Continuamente oímos hablar de la resiliencia y especialmente lo hemos hecho durante los últimos meses. Los medios de comunicación, psicólogos y especialistas de diversas ramas han hecho y hacen mucho hincapié en lo importante que es desarrollarla y adaptarla a nuestro día a día pero, ¿sabemos exactamente qué es? En el post de hoy voy a intentar exlicaros, de la forma más clara y fácil posible, en qué consiste y sobre todo, por qué, sin darnos cuentas, todos nosotros la hemos desarrollado muchísimo en los últimos meses.

Básicamente podemos decir que la resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos para superar circunstancias traumáticas, las cuales pueden ser de muy diverso tipo y por supuesto, dependiendo de la persona, afectarnos en mayor o menor medida  (por ejemplo, la muerte de un ser querido, la pérdida de un trabajo, un accidente, etc.).

Pero creo que no me equivoco si afirmo que la resiliencia conlleva algo más que la superación de una circunstancia desagradable o traumática: supone también el salir de ella de fortalecido. Esta afirmación me recuerda mucho al dicho popular «lo que no te mata, te hará más fuerte». Es totalmente cierto.

La resiliencia también está íntimamente unida al concepto de flexibilidad. Cuanto más flexibles seamos, más fácil nos resultará adaptarnos a la nuevas circunstancias, aunque éstas no sean las deseadas ni las que quisiéramos estar viviendo.

Si algo nos ha enseñado el COVID y los diversos confinamientos es a intentar ver el lado bueno de las cosas y sobre todo, a valorar todo en su justa medida, dando importancia a aquello que realmente lo tiene: la familia, los amigos, la libertad…

Por este motivo, creo que tod@s nosotr@s hemos desarrollado la resilencia de manera considerable, incluso sin saberlo: Muchas veces nos somos consientes de lo que somos capaces de hacer hasta que nos vemos en la obligación o necesidad de hacerlo. Y esto exactamente es lo que ha ocurrido en el ultimo año y pico que llevamos conviviendo con este virus.

Nos hemos convertido en personas más optimistas, más flexibles , más empáticas con las desgracias ajenas y mucho más tolerantes a la frustración y a las situaciones de incertidumbre, características todas ellas propias de las personas resilientes. Pensadlo y veréis que es así.

Es por ello que creo que todos nos merecemos darnos «una palmada» en los hombros y sentir gran  orgullo de nosotros mismos. No es fácil ser una persona resiliente y sin embargo, aquí estamos, mucho más fuertes que antes de que se presentara el COVID.

¡Enhorabuena, chic@s!

3 Comentarios

  1. Acertada redacción con el momento vivido y lo que nos falta por descubrir.

    un fuerte abrazo María.

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